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** 1901 El austriaco Karl Landsteiner descubre los grupos sanguíneos

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El austriaco Karl Landsteiner descubre los grupos sanguíneos resolviéndose en su mayor parte el problema del rechazo a las transfusiones de sangre. Los avances cientificos comienzan a favorecer cambios sustanciales en la expectativa de vida.




Ampliación extraida de paralibros.com Conocido el principio de la circulación de la sangre (Harvey, 1628), pareció lógico tratar de introducir sangre de otros individuos en las venas de los enfermos con el propósito de curarlos. Ciertamente, a veces, los datos acerca de la transfusión en el siglo XVII nos resultan curiosos y el material que entonces se usaba nos sobrecoge. Pero lo que más sorprende al lector moderno es la elección de los donantes. En estas primeras experiencias se trataba de introducir en el paciente sangre de un animal. Todos los mamíferos presentan entre sí numerosas semejanzas. A primera vista, la sangre de un carnero no difiere mucho de la del hombre. Sin embargo, la mayoría de nuestros contemporáneos no aceptarían de buen grado recibirla, aun ignorando los problemas biológicos. Esta prevención se justifica plenamente. Ya en 1667 Denys describía los inquietantes síntomas que había anotado cuidadosamente después de inyectar sangre de cordero a uno de sus enfermos. Eso sucedía, se dirá, en el siglo XVII. Pero veamos un documento mucho más reciente. En 1875. Landois publicó dos estadísticas: una de ellas referente a las transfusiones de sangre de animales, y la otra a transfusiones de sangre humana. Por consiguiente, hasta hace menos de cien años todavía persistían con las viejas prácticas. Cabe decir que los resultados obtenidos con la sangre humana no eran muy alentadores. Aparte de innegables éxitos, producíanse también muchos accidentes graves. La sangre de algunos hombres resultaba tan "extraña" a ciertos pacientes como la sangre de un animal. Aún debían transcurrir veinticinco años antes del gran descubrimiento que explicaría esos sorprendentes y dramáticos fracasos. Veinticinco años durante los cuales los investigadores iban a echar los cimientos de la inmunología. Aparentemente, sus preocupaciones se hallaban muy lejos de los problemas que aquí nos interesan: tratábase de comprender las causas de la inmunidad en las enfermedades infecciosas. No obstante, de sus trabajos resultaría el descubrimiento de los grupos sanguíneos. Bacterias y glóbulos rojos Cada uno de nosotros tiene una experiencia personal de la inmunidad. Hemos contraído enfermedades infecciosas que han provocado modificaciones tales en nuestro organismo que en lo sucesivo nos hallamos protegidos contra cierto número de ellas. También podemos adquirir un estado de resistencia gracias a las vacunas que hemos recibido. Esta inmunidad se relaciona directamente con la presencia en nuestro organismo de poderosos elementos de lucha, los anticuerpos. El organismo los produce al reaccionar contra las sustancias extrañas constituidas por las bacterias, virus y toxinas, que desempeñan un papel muy importante en la destrucción de los mencionados agentes. Los laboratorios disponen de medios muy simples para revelar su presencia en una pequeña cantidad de sangre. Si deseamos saber si un individuo posee anticuerpos contra los bacilos de la fiebre tifoidea, nos basta mezclar su suero con una suspensión de dichos bacilos. Antes de la adición del suero, los cuerpos bacterianos están separados unos de otros; cuando se agrega el suero, se aglomeran, si existe un anticuerpo, en grupos más o menos grandes: se aglutinan. Este fenómeno se produce aunque el suero esté muy diluido. Debe señalarse, y esto es importante, que la aglutinanación es específica. Ello significa que un anticuerpo formado por una inmunización con una especie bacteriana determinada, aglutina los cuerpos bacterianos de dicha especie y no los de otra. Aún no se conoce (en 1964) con precisión el mecanismo de formación de los anticuerpos. Aparecen cuando se introducen sustancias extrañas en el organismo, en particular los elementos complejos y de elevado peso molecular que constituyen esas pequeñas células que son los cuerpos bacterianos. El fenómeno es, pues, muy general, y pueden obtenerse también anticuerpos contra constituyentes de células que no son bacterias. He aquí el punto de contacto entre dos campos que nos parecen muy distintos, la bacteriología y la transfusión sanguínea. Bordet pensó en inmunizar a los animales de laboratorio contra los glóbulos rojos en lugar de hacerlo contra bacterias. Su experiencia alcanzó pleno éxito y hoy resulta por demás común. Por ejeraplo, si se inyectan glóbulos rojos humanos a un conejo, el animal produce anticuerpos contra los mismos, y su suero se vuelve capaz de aglutinarlos. Debemos retener otro dato importante. Dicho suero aglutina los glóbulos rojos provenientes de cualquier hombre, pues todos los glóbulos rojos humanos contienen sustancias que les son comunes, "antígenos" comunes. El conejo inmunizado ha formado anticuerpos que encuentran dichos antígenos en todas las muestras de glóbulos rojos humanos. Pero no los encuentran en los glóbulos rojos de otras especies animales. Se trata de una aglutinina específica de especie. Hay una circunstancia curiosa; por razones que aún ignoramos parcialmente, la mayoría de los conejos no necesitan recibir previamente inyecciones de glóbulos rojos humanos para que su suero los aglutine. Es verdad que esta actividad es mucho más débil que la que se manifiesta después de una inmunización. Ya en 1875 Landois señalaba el hecho de que por lo general, el suero de un animal determinado aglutina los glóbulos rojos de animales pertenecientes a otras especies, sin necesidad de ninguna inyección previa. Las reacciones violentas ya observadas por Denys al hacer transfusiones de sangre de cordero se relacionaban con la presencia de esos anticuerpos "naturales". Ya existían en el paciente al efectuarse la primera transfusión. Las transfusiones siguientes no hacían sino reforzarlos: la inmunización sobreagregada agravaba los accidentes al provocar una destrucción más rápida de los hematíes inyectados. El descubrimiento de los grupos sanguíneos La presencia de los anticuerpos específicos de especie, naturales o inmunes, justifica nuestra negativa a recibir sangre de animales. Pero los resultados obtenidos mediante el uso de sangre humana habían demostrado que, en una especie determinada, los glóbulos rojos no son necesariamente intercambiables de un individuo a otro. K. Landsteiner encontró la explicación de los accidentes observados. Después de efectuar experiencias análogas a las de Bordet, Landsteiner publicó en el Zentralblatt für Bakteriologie un artículo al cual agregó una nota donde se expresaba aproximadamente lo que sigue: "El suero humano normal no solo aglutina los glóbulos rojos de animales, sino frecuentemente también los glóbulos rojos humanos provenientes de otros individuos. Falta definir si esta manifestación se produce a raíz de una diferencia individual original, o si se debe a una acción nociva de naturaleza bacteriana." Este interrogante recibió una respuesta el año siguiente. Landsteiner extrajo sangre a los integrantes del personal de su laboratorio, y separó el suero de los glóbulos rojos. Al mezclar cada uno de los sueros con cada una de las muestras de glóbulos rojos comprobó que en algunas de esas mezclas se habían aglutinado los glóbulos mientras que en otras no se observaba aglutinación. Al examinar el cuadro de las reacciones obtenidas, Landsteiner advirtió que había cierta regularidad entre ellas y que los glóbulos rojos podían ser aglutinados en tres disposiciones diferentes. En otras palabras, en esta experiencia hecha con un número limitado de personas, podía clasificarse cada muestra de sangre en una de las tres categorías sanguíneas o grupos. (A,B,O.) Pero Landsteiner creía que estos grupos podían ser más numerosos, y aconsejó a Decastello y a Sturli que examinaran un número mayor de individuos para tratar de encontrar otros. Efectivamente, esos dos investigadores señalaron en 1902 la existencia de otro grupo más escaso que los anteriores.(grupo AB). Así se completó el conjunto que hoy conocemos con el nombre de sistema de grupos ABO." 1 Suero - Cuando se deposita sangre en un tubo, sin precauciones especiales, se coagula. El coágulo, que retiene los elementos celulares, se contrae y se desprende, entonces, ese líquido de color amarillo pálido, translúcido y viscoso denominado suero. 2 Anticuerpos "naturales" : son los que existen independientemente de toda inmunización previa (al menos aparente). Anticuerpos "inmunes" son los que aparecen a raíz de una inmunización, por ejemplo de la inyección de glóbulos rojos a un conejo,
(Fragmentos extractados de la siguiente fuente bibliográfica). Libro: Jean Moullec - Los grupos sanguíneos (1964)





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