¿Sería demasiado audaz imaginar que, quizás millones de eras antes del comienzo de la historia de la humanidad, todos los animales de sangre caliente surgieron de un único filamento vivo, al que la GRAN CAUSA PRIMERA dotó de carácter animal?
El origen de las especies
Pocas personas han cambiado el mundo con el poder de sus ideas. Charles Darwin, el naturalista británico que vivió durante los años 1800, fue una de ellas. Mientras que podemos igualar la idea de la evolución con otros descubrimientos científicos revolucionarios, tales como la teoría general de la relatividad de Einstein, a la mayoría de la gente parece importarle menos lo que significa vivir en un universo donde la velocidad de la luz está claramente fijada, que en un mundo donde los humanos descienden de los peludos monos. Esta es una cuestión engañosa por sus implicaciones sobre la misma naturaleza de la vida, de la humanidad y de la religión. Es la razón por la cual algunos perciben el nombre de Darwin con una reacción física de desconfianza, a pesar de que sus contribuiciones a nuestro entendimiento de la vida están tan sólidamente confirmadas como lo están las contribuiciones de Einstein para nuestro entendimiento del universo. De esta manera, no es una sorpresa que la gente tenga más sospechas - frecuentemente erradas - de lo que significa el concepto de selección natural de Darwin, que lo que significan los términos de la famosa ecuación E=mc2 de Einstein.
El legendario libro de Darwin, Sobre el Origen de las Especies por medios de la Selección Natural; o, La Preservación de las Razas Favorecidas en la Lucha por la Vida, es frecuentemente citado como uno de los más grandes libros que se hayan escrito. Las tres ideas críticas que Darwin desarrolló son:
- El hecho de que la evolución ocurre.
- La teoría de la selección natural es la fuerza conductora o mecanismo detrás del proceso de la evolución.
- El concepto de filogenía, o que todas las fromas de vida están relacionadas unas a otras genealógicamente a través de su pedigrí o sus "raíces familiares."
Darwin empezó a desarrollar estas ideas como resultado de sus experiencias durante los cinco años de viaje en la nave de investigación británica H.M.S. Beagle, que navegó alrededor del mundo en una expedición de proyección durante principios de 1830. Darwin estaba a bordo para trabajar como el naturalista de la nave, para anotar información sobre la geología, vida marítima, animales terrestres, plantas y gente que el Beagle descubriese. Cuando partió en 1831, Darwin tenía 22 años, recién salido de la universidad, fascinado con la ciencia y profundamente interesado en la geología e historia natural. Pensaba convertirse en clérigo, en parte, porque creía que le permitiría tener suficiente tiempo libre para perseguir sus otros intereses.
El H.M.S Beagle Imagen cortesía de Special Collections, University of Houston Libraries.
Darwin era agudamente consciente de que la idea de la evolución se respiraba en el aire de la época y que era calurosamente debatida en algunos círculos. En realidad, había sido parte del pensamiento occidental por más de 2,000 años, por lo menos desde que el filósofo griego Aristóteles propuso que había leyes naturales que explicaban cómo se formó el mundo. Estas leyes pretendían ser alternativas a los corrientes mitos e historias sobre los orígenes del universo y de los humanos, que todas las culturas nativas parecen generar. Algunas de las propuestas de Aristóteles eran bastante específicas. Creía, por ejemplo, que había especies “superiores” y también especies “inferiores” y que las inferiores daban origen a las superiores. A medida que Europa emergía de la Edad Media, los científicos interesados en biología consideraban la evolución como una idea de importancia histórica. Uno de los abuelos de Darwin, el Dr. Erasmus Darwin, había escrito bastante sobre la evolución. Pero lo que cambió el clima en el tiempo de Charles Darwin fue que las ciencias naturales se estaban modernizando y profesionalizándose, con sus propias sociedades, reuniones y publicaciones. Esto permitió que la borrosa noción de la evolución se elevara al nivel de la hipótesis científica, que podía ser probada o no por la investigación, la evidencia y un método de razonamiento.
A mediados de 1800, la idea de la evolución presentó un serio desafío a la por entonces popular visión que las especies eran cosas incambiables de la naturaleza. Este concepto, llamado La Fijación de las Especies, era una perspectiva que los zoólogos y botanistas europeos adoptaron como parte de su cultura para reflejar la religión occidental y la historia de la creación tal como dice la Biblia. Una característica importante del argumento científico a favor de la "fijación" era la noción de que la estructura de cada especie estaba basada en un modelo y forma ideal. En otras palabras, los botanistas argumentarían que se suponía que todas las Rosas Salvaje Briar debían parecerse entre sí, ya que las Rosas Salvaje Briar estaban destinadas a ser creadas en un modo preciso y definido, sino, no serían Rosas Salvaje Briar. ¿Por qué? Porque cada Rosa Salvaje Briar era un producto de los actos "perfectos" de la creación de Dios. Y si cada una estaba destinada a ser perfecta, no había razón para cambio alguno y tampoco posibilidad de que lo hubiese.
La idea de la fijación de las especies, sin embargo, no era satisfactoria para todos. Algunos geólogos y zoólogos pensaban que las especies podían cambiar con el tiempo. En realidad, la posibilidad de la evolución como una característica fundamental de la naturaleza se convirtió, eventualmente, en una cuestión crucial de la ciencia en el siglo 19. Una de las razones para que ello sucediera, fue que los fósiles estaban siendo descubiertos poco a poco, algunos en ambientes altamente “imperfectos” que no parecían seguir la lógica de la creación - tales como las conchas oceánicas descubiertas, enterradas en la cima de montañas como los Alpes e Himalaya.
Darwin se permitió preguntarse si las especies estaban determinadas o eran propensas a la evolución. Con la intensa experiencia de vivir y trabajar durante cinco años en el Beagle, coleccionando y describiendo un gran número y variedad de especímenes de historia natural, se convirtió en un naturalista de primer orden. En realidad, el mejor del mundo. Darwin entendía las especies de manera diferente que aquellos que las entendían como perfectas.
No se centraba en la similitud de los individuos; más bien, pensaba que era importante que los individuos, como usted y yo, variamos a pesar de que pertenecemos a la misma especie. Comprendió que las variaciones podían convertirse en la materia prima para el cambio evolutivo.
Una de las pistas que movió a Darwin a aceptar totalmente el principio de la evolución, tenía que ver con una especie de pájaros llamados sinsontes. Los sinsontes son animales poco espectaculares con alas que se extienden alrededos de 10 pulgadas. Viven en muchos habitats de América del Norte, del Centro y del Sur, del Sur del Canadá a Chile y Argentina. Darwin los recolectó y coleccionó en las pequeñas islas Galápagos, en las costas de Ecuador, y envió sus especímenes a Londres para estudiarlos. Después del viaje, Darwin consultó uno de los ornitólogos (especialista en pájaros) con más experiencia en Inglaterra, John Gould, sobre su taxonomía. Darwin se sorprendió al saber que había cometido errores al clasificar algunos de los pájaros, porque le era difícil diferenciar las especies de las subespecies. Las características físicas de la especie y subespecie del sinsonte no eran claramente diferenciables. Para Darwin, esto significaba que la guía que el había aprendido a usar para identificar y clasificar las especies animales y las plantas, basada en la idea que cada especie debía tener una forma idealizada "perfecta" - La Fijación de las Especies- era una regla arbitraria creada por taxonomistas; era nada más que una presunsunción no probada. Se derivaba, lógicamente, de la idea que si las especies no estaban designadas a ser una serie de perfectas especies individuales repetidas, el cambio evolutivo - o "transmutación" de una especie en otra- era una posibilidad. Darwin vió inmediatamente que algunas de las especies de Gould podían nacer, si una subespecie cambiaba un poco más de lo usual, tal vez si se quedaba aislada en una isla.
Una segunda pista que condujo a Darwin a adoptar la evolución tuvo que ver con fósiles. Los fósiles se forman cuando un organismo muere y sus restos se endurecen al absorber minerales de la tierra en la que han sido enterrados. Por consiguiente, los fósiles son evidencia directa de la vida del pasado y tienen una gran importancia cuando se considera un concepto que depende del tiempo como la evolución. En Argentina, Darwin recolectó fósiles de bestias con corazas gigantes en formas de placa, los megaterios, que no se parecían a casi nada en ninguna parte del mundo. Sólo los armadillos en forma de tanque, que Darwin también había visto en Sud América, tenían algún parecido con ellos. Considerando estas formas extinguidas y vivas juntas, Darwin teorizó que los megaterios y armadillos podían estar relacionados. Pensó que podían ser parte de un grupo más grande de mamíferos sudamericanos que habían evolucionado su coraza corporal como parte de una adaptación con el objetivo de protegerse. Darwin especuló que un antiguo “primo” de los megaterios podía ser el ancestro del armadillo.
El sinsonte de las islas Galápagos y los megaterios argentinos ofrecieron a Darwin dos visiones complementarias de la evolución. Una le ayudó a visualizar el cambio biológico al comparar animales vivos. La otra le ayudó a visualizarlo al comparar una especie extinguida con otra viva. Darwin recolectó piezas del rompecabezas evolutivo durante sus cinco años navegando en el Beagle, pero solucionar el rompecabezas, poniendo todas las piezas juntas en un modelo básico para que el público lo viese, le tomaría varias décadas más de esfuerzo. Su trabajo culminaría con la publicación del Origen en 1859, más de 20 años después que empezace su viaje en el Beagle.
El Origen fué inmediatamente reconocido como un éxito científico. En uno de los episodios más caprichosos de la historia de la ciencia, esta era la segunda vez que Darwin publicaba su explicación de la evolución. Un año antes, Darwin supo que otro naturalista, Alfred Russell Wallace, también había entendido la evolución como una Selección Natural. Juntos escribieron un trabajo sobre el tema para compartir el honor de la publicación. Pero el trabajo Darwin-Wallace no se comparaba con el Origen, que incluía ejemplos y razonamientos que Darwin había desarrollado durante un periodo de veinte años. El Origen, era mucho más que una declaración sobre la controversial idea de la evolución, pues postulaba un sistema nuevo de pensamiento, otra manera de preguntar cuestiones científicas, juntando evidencia científica y probando hipótesis cientificamente.
Algunas personas no estaban satisfechas con la publicación del libro, ya que la idea central del mismo era que la evolución es una ley de la naturaleza constante, imparable y fundamental. Así, el Origen, se convirtió en algo enojoso para aquellos a los que les importaba menos la historia biológica de los animales y plantas, que las más profundas implicaciones de la gran idea que representaba - a mediados de los años 1800s - que había maneras de ver la vida basada en evidencia nueva y lógica, y que desafiaba las maneras religiosas de pensar que habían sido ampliamente aceptadas durante siglos.
Esto hace más interesante todavía que la “Pregunta de las Preguntas” no fuese tocada en el Origen. Darwin sabía que su nueva ciencia de la biología evolutiva podía ser aplicada a los humanos precisamente de la manera que él la había aplicado a los armadillos y sinsontes. Como los sinsontes, la gente varía en apariencia en diferentes países y continentes y de una isla a otra. Como los armadillos y megaterios, los esqueletos de los humanos modernos se parecen a los fósiles extinguidos que estaban siendo descubiertos en el Valle Neander de Alemania, fósiles que serían conocidos como el Hombre Neandertal. Darwin no mencionó esto en el Origen, ya que, a pesar de su extraordinaria capacidad de abarcarcamiento, todavía no estaba preparado. Tampoco estaba preparado para la difícil batalla personal que le hubiera tocado afrontar, si se hubiese dado.
Más o menos quince años después, en 1873, Darwin publicó un libro especificamente sobre la evolución humana, La Selección Sexual y la Descendencia del Hombre. Por entonces, la furia contra sus ideas se había apaciguado en Inglaterra y la evolución ya no era una candente cuestión de discusión. Por entonces, otros científicos muy distinguidos habían escrito sobre la evolución humana, notablemente .