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++ Hace 4,5 millones de años se produce un cambio climático que provoca la retirada de los bosques frondosos y la aparición de la sabana

Los grupos de homínidos se ven obligados a desplazarse kilómetros en busca de nuevos bosques y alimentos. En esta situación el bipedismo resulta una ventaja evolutiva evidente: expone menos superficie corporal al calor del Sol, se produce una menor perdida de calor corporal por convección y por lo tanto una menor dependencia del consumo de agua. La evolución seleccionó el bipedismo como un mecanismo efectivo de supervivencia a corto plazo. Una consecuencia añadida fue la perdida del vello corporal, compensada con una proliferación importante de glándulas sudoripadas para una mejor refrigeración de la piel. La sabana fue una de las causas del género humano.

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Fuente: La media hostia

La pérdida de pelo corporal nos hizo humanos

Iñaki Berazaluce




Probablemente la condición externa más característica de los humanos respecto al resto de los mamíferos sea nuestra casi absoluta falta de vello corporal. Se ha especulado mucho sobre por qué nuestros primos los primates tienen un grueso abrigo natural mientras nosotros andamos desnudos por la vida. Hay quien cree que es una forma de combatir las plagas de pulgas y piojos —Mark Pagel, 2003— tan dados a vivir entre los pelos, y quien piensa —Alister Hardy, 1960— que es la prueba de que el homo sapiens desciende de monos acuáticos, unos simios que hicieron el camino de ida y vuelta desde la tierra a los ríos en algún momento hace 5 millones de años.

La antropóloga Nina Jablonski defiende en su artículo La verdad desnuda —The Naked Truth, Scientific American, febrero de 2010— que la pérdida de pelo corporal fue esencial en el desarrollo del ser humano, en tanto permitió salir de los bosques y conquistar las sabanas —y, posteriormente, cualquier otro clima terrestre— gracias a un método de refrigeración de la piel mucho más eficaz que el pelo. El hombre no será el más rápido ni el más fuerte de la familia de los mamíferos pero puede que sea imbatible en resistencia: según Jablonski, «un humano puede ganar a un caballo en una maratón».

La pérdida de vello corporal que nos ha convertido en «monos desnudos», según la afortunada etiqueta de otro antropólogo, Desmond Morrist, se produjo a raíz del cambio climático que se produjo en África oriental hace 3 millones de años, hogar de nuestros ancestros. El área empezó a enfriarse y «con la merma de lluvias, los entornos boscosos dieron paso a sabanas de hierba, y a medida que los alimentos con los que subsistían los austrolopithecus —frutas, hojas, tubérculos y semillas— empezaron a escasear éstos tuvieron que abandonar sus hábitos relativamente placenteros para recorrer grandes distancias buscando alimentos y agua potable», según describe la antropóloga en lo que parece la pérdida del Edén primordial.

En su nuevo entorno estos homínidos incorporaron la carne a su dieta, más rica en calorías pero también mucho más escasa —y difícil de atrapar— que los frutos de la selva. A la postura erguida —más apropiada para otear el ralo horizonte de la sabana y recorrer grandes distancias— se unió un nuevo requerimiento: lejos de la protección de las copas de los árboles el riesgo de sobrecalentamiento era mucho mayor.

Para evitar la deshidratación en el nuevo entorno la evolución escogió dos vías: prescindir de la capa de pelos y multiplicar las glándulas sudoríparas ecrinas, que si bien existen en el resto de los mamíferos son mucho más eficientes sobre la piel desnuda que bajo una capa de pelo. Un humano es capaz de generar 12 litros de sudor al día para combatir el sobrecalentamiento.

Pero si la eliminación del pelo corporal fue un avance en la evolución, ¿cómo es que aún tenemos pelo en algunas partes del cuerpo? Según Jablonski, el vello de las axilas y del pubis serviría para la propagación de feromonas y para «mantener esas áreas lubricadas durante el movimiento», mientras el pelo de la cabeza serviría para «crear una barreara de aire entre el sudante cuero cabelludo y la aire caliente de la superficie». En este sentido, el pelo más eficiente es el fuertemente rizado —el de los negros— porque «aumenta el grosor del espacio entre la superficie del pelo y el cuero cabelludo, permitiendo que aire circule».

Visto en Cookingideas.


Fuente:Experientia docet

Un paleotermómetro isotopológico y la hipótesis térmica de la evolución humana.


Muchos lugares importantes en lo que respecta a la presencia de fósiles de homínidos en África Oriental están en regiones que son calurosas y secas. Aunque los humanos estamos bien adaptados a esas condiciones, se asume generalmente que estos ambientes del África Oriental eran más frescos y boscosos durante el Plioceno y el Pleistoceno, cuando esta área geográfica era el escenario central de la evolución humana. Ahora, un estudio que se publica en los Proceedings of the National Academy of Sciences, realizado por un equipo que encabeza Benjamin Passey de la Universidad Johns Hopkins (EE.UU.), afirma que durante los últimos 4 millones de años, una de esas regiones, la cuenca del Turkana, ha sido cálida consistentemente, incluso durante las eras glaciales, con temperaturas en el entorno de los 35 ºC. Este resultado apoya la “hipótesis térmica” de la evolución humana.
La hipótesis afirma que los ancestros prehumanos obtuvieron una ventaja evolutiva al caminar erguidos porque hacer eso les hacía soportar menos calor (cuando hace sol, el aire cerca del terreno es más cálido que el que está unas decenas de centímetros más arriba) y exponía su masa corporal a menos radiación solar de lo que lo hacía al desplazarse a cuatro patas. La pérdida del pelo corporal y la capacidad de regular la temperatura mediante la transpiración habrían sido otras adaptaciones útiles para vivir en un clima cálido, según esta hipótesis.
Para que esta hipótesis sea verosímil es necesario que el lugar en el que se produjo la evolución humana se haya mantenido cálido durante mucho tiempo, millones de años. Parece fácil pero, ¿cómo averiguar la temperatura de un período tan largo? La respuesta está en el suelo.
Passey y su equipo analizaron la estructura isotópica de los carbonatos (como el aragonito, CaCO3) que se forman naturalmente (en el caso del aragonito, de origen biológico) y que aparecen en el paleosol, el suelo formado hace mucho tiempo y que no guarda relación con las condiciones actuales de clima o vegetación. Pero no es un análisis isotópico al uso, de hecho es un análisis isotopológico.
Un isotopólogo es una molécula que difiere de otra solamente en su composición isotópica. Así, por ejemplo, el CO2 tiene varios isotopólogos, entre ellos el más abundante, 16O-12C-16O, y el que nos interesa, 16O-13C-16O. Resulta que la proporción de este último isotopólogo en el CO2 desprendido cuando se trata aragonito con ácido fosfórico (H3PO4) es proporcional a los enlaces 13C-18O presentes en el carbonato, que a su vez son una función de la temperatura a la que creció el carbonato. Esto es así debido a que existe un equilibrio termodinámico entre los diferentes componentes isotópicos que entran a formar parte de la estructura cristalina del mineral. Como el equilibrio es homogéneo (en una sola fase, la cristalina), la proporción de enlaces 13C-18O es independiente de la composición isotópica del agua en la que se ha producido la cristalización. Por tanto, midiendo la proporción de enlaces 13C-18º de una muestra de carbonato podemos saber a qué temperatura se formó dicho carbonato, esto es, a qué temperatura estaba el suelo. En otras palabras, tenemos un paleotermómetro.
Los resultados de los carbonatos de la cuenca del Turkana indican que la temperatura del suelo era de entre 30 y 35 ºC, incluso más. Si esta era la temperatura del suelo, la temperatura del aire durante el día tenía que ser aún mayor. Como los carbonatos analizados corresponderían a períodos de formación de carbonatos que abarcarían un intervalo de tiempo de unos 4 millones de años, podemos decir que la “hipótesis térmica” es verosímil.
Referencia:
Passey, B., Levin, N., Cerling, T., Brown, F., & Eiler, J. (2010). High-temperature environments of human evolution in East Africa based on bond ordering in paleosol carbonates Proceedings of the National Academy of Sciences DOI: 10.1073/pnas.1001824107

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